miércoles, 26 de enero de 2011

Capitulo 38: Sorpresa

-Dale, petiza mandale ahora – dijo la flaquita, obligándome a mandar un mensaje. Estábamos en mi casa, el último viernes de las vacaciones, tomando unos mates con galletitas; como ya era ritual en nosotras.

-Bueno, ¿Qué le digo? – siempre con la misma pregunta yo. El rapadito, me había mandado un mensaje, hacia unos dos días, pero no le pude contestar porque no tenía crédito.

Después del mensaje del día del amigo, nos vimos dos veces más, y fueron completamente distintas a las primeras. Ya nos conocíamos, y la relación era diferente; para bien obviamente.

-Hace falta que te diga, lo que le tenés que poner, ¡mujer! – Dijo la pelicorta - ¿Querés que lo escriba yo también? – ironía pura

-Bueno, ya entendí – dije – Y me dedique a ponerle ‘Pitt, perdona que no te respondí antes, no tenia crédito. Cuando quieras nos poder ver. Besos Lali.’

El mate iba y venía, alrededor de la mesa.

-¡No saben! – saltó de la nada Candela – ¿Se acuerdan de la vez que Agustín me pidió que lo aconsejara, y todo eso?

-Sí – respondimos

-Bueno, resulta que ayer me mandó un mensaje diciendo que lo del CD le había servido. – dijo la delgada – Ahora como eso le funcionó, me pidió que le dijera a donde podía llevar a su ‘amiga’ – haciendo comillas en el aire – para declarársele

-¿Y qué hiciste? – preguntó Rocío, mientras me devolvía el mate –

-No le respondí – se excusó la flaca –

-Hiciste bien, pero ¿no era que había que mirar más alto? Y toda esa gilada – la siguió la rubia

-Sí, pero no conseguí nada –y una risita frustrada salió de su boca – La cosa es que, por mi parte no va a tener más consejos –esbozó la delgada –

-¿Qué te puso? – dijo Eugenia, apenas el celular comenzó a sonar

-‘Mañana a las tres te paso a buscar por tu casa. Y vamos a un lugar que quiero que conozcas. Besos. Pitt’ – leí en voz alta

-MMMM Lalita, y Pitter se fueron a pasear…– bromeo Candela

-Callate, tarada – dije – Anda a saber donde me lleva éste

-Se me ocurren muchos lugares – dijo la pelicorta

-No seas mal pensada che – me defendió Ro – Aunque pensándolo bien… - y estallamos las cuatro de risa

La noche se fue acercando, y cada quien se fue a su hogar. Me pegué una ducha calentita y esperé la cena, en mi pieza mirando una peli. Mi hermano salió a bailar, por lo que quedamos con mi mama, cenando. Nada del otro mundo, una buena pizza; hecha por mi madre. Fui a dormir temprano ya que estaba cansada, no sabía porque. Pero en fin, caí rendida al sueño. Al mediodía siguiente me desperté, me higienicé, y fui a la cocina por algo de comer. Almorcé con mi hermano, ya que mi mama salió con su amiga. En un abrir y cerrar de ojos, se hicieron las tres de la tarde. Uno minutos después de haberme cambiado suena mi celular. ‘Estoy en la esquina’. Era Peter, habíamos acordado, que cuando mi hermano estuviera en mi casa, nos encontraríamos en la esquina, por si las moscas. Después de quince minutos, saludé y me encontré con el rapado.

-Hola – saludé al llegar - ¿Cómo va? – Y dije un beso en la comisura de sus labios. Ya había confianza.

-Todo bien, ¿vos? – preguntó

-Bien, ¿a dónde vamos?- pregunté intrigada

-Sorpresa – respondió

Después de unos minutos de caminar, repasando lo que había sucedido en los últimos días; llegamos a una terminal de ómnibus.

-Esperame acá – me dijo. Y se fue a sacar unos boletos – Sale en diez minutos- esbozó el rapado

-¿A dónde vamos? – pregunte nuevamente

-Si te digo, deja de ser sorpresa – Y no hay peor cosa, que querer saber la sorpresa, y que la otra persona no quiera decirte. Pero por ser él, esta vez se la dejo pasar.

Después de diez minutos de espera, y micro de corta distancia, se hizo presente en la plataforma. Peter le entregó los boletos al chofer, y nos ubicamos en los asientos libres, yo del lado de la ventanilla; por supuesto. Pasaron aproximadamente treinta, cuarenta minutos desde que nos subimos, y con un ‘en la próxima bajamos’, me di cuenta que estábamos por llegar. Bajamos, y después de tres cuadras…

-Bueno ahora prométeme que no vas a mirar hasta que yo te diga – dijo parado enfrente de mí

-Bueno – y sonreí picara. Al mismo tiempo que él, apoyaba una de sus manos sobre mis ojos, impidiéndome la visión.

-Seguí, derecho – me enseñaba el camino, igual me enroscaba con sus brazos – Guarda la pie… - Y ya se había cruzado la piedra. Le valió, un suave golpe en el brazo – Bueno ya llegamos – y me destapó los ojos para que pudiera ver.

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