martes, 18 de enero de 2011

Capitulo 030: Los amores para otro día

-Pero para, aflojá un poquito; tampoco es que no te quiere ver más – protestó Rochi

-Tiene razón la tumbera – acotó Cande – Sos muy exagerada ¿Sabes lo que daría yo por encontrarme con un pibe cada quince días? Te quejás de llena, morci

-Pero no me van a negar que un poquito de razón tengo – me defendí

-Un poco… ¿vos le preguntaste porque había desaparecido? - Interrogó la pelicorta

-No le dije que no daba para hablar ahí

-Entonces mandale un carta documento, para que se entere que estas enojada con él – dijo la delgada – Porque si te espera a vos, va a echar raíces el pobre

-Cande tiene razón, La ¿Cómo va a saber que estás enojada, resentida, o como quieras ponerle, si no se lo decís? – Y Ro tenía razón

-Dijiste que quedaron que le mandabas un mensaje ¿no? – Me recordó Euge, asentí afirmativamente – Bueno, entonces mandale ese mensaje YA –sonó como una obligación

-¿Perdón? Y desde cuando ustedes deciden por mí – dije en tono gracioso

-Desde que nos entregase el titulo de amigas – contestó Candela – Dale tomá – me entregó el celular – mandale

-¿Ahora? – pregunté, eran casi la ocho de la mañana, no era hora de mandar mensajes

-Sí ahora – dijo seria la rubia pelilarga

-Pero es muy temprano, miren si lo despierto

-Miren, un cuerno – dijo Eugenia

-Cuernos son los que te van a crecer si no te apurás- contestó la flaqui – Te lo van a sacar y después no quiero lagrimas – como me conocen, ché

-¿Y qué le pongo? – interrogue, típica pregunta de insegura

-¿Que ves elefantitos de colores? – bromeó la pelicorta - ¿¡Que le vas a poner Mariana!? Que se juntan mañana en la plaza, en el centro, en la estratósfera; no sé. Pero que se ven, se ven.

-Bueno, bueno ya entendí – y me dedicaba a escribir el mensaje – Ahora cuenten ustedes ché – me refería a las rubias

Flashback Rochi

-¿Qué hacen las dos rubias mas lindas solitas? – interrogó uno

-Salimos con amigas – contestó Euge

-¿Y como se llaman?- preguntó el mismo chico

-Ella es Rochi – dijo señalándome – Y yo soy Euge

-Pero que vos no hablás que habla tu amiga – cuestionó el otro

-Sí, pero como estaba hablando ella… ¿Ustedes como se llaman? – ahora yo preguntaba

-Martín – el que bailaba con Euge

-Iván – el que baila conmigo

La verdad que los dos eran lindos. El que estaba conmigo era morocho, y el otro medio rubiecito, pero no se veían muy bien, a causa de que esta oscuro en esos lugares – me refiero a los boliches -. Martín se la daba más de canchero, iba de la mano con el chamuyo. El otro en cambio, era como más romanticón, no de esos que empalagan, pero tampoco de los que se te tiran encima. Canción, va canción viene; cuando me doy vuelta estaban mi amiga, y ‘su chico’ en pleno chape.

-Para, para, para – interrumpí - ¿Te lo comiste? –me dirigí a Euge –

-Bueno, lo que se dice comer, comer posta; no. Un chape – se defendía la rubia

-¿Y que quedó del pobre Nico? – dramatizó la flaqui

-Chicas, no tiene nada de malo, fue un beso. Aparte como si él, no se estuviera besando con nadie- dijo Eugenia

-Bueno, pero después no vengas acá con que te dejó por otra; si vos te andas comiendo cualquiera – lo defendí al que estaba del otro lado del mundo, y eso que no lo conozco

-Chicas, no sean tan crueles, que me hace sentir mal – se entristeció – Estaba necesitada de cariño, y bueno se cruzó este Manuel…

-Martín – corrigió Rochi

-Bueno Martín, Manuel es lo mismo – contestó la pelicorta

-¿Ves? – Dijo Candela – Ni te acordás del nombre

-Es lo que menos me importa; como se llame - siguió la pelicorta – Fue un beso y punto, ya está

-¿Y vos no pasó nada con este Iván, era no? – le pregunté a Ro

-No, solo bailábamos y nos reíamos de lo patadura que era – contestó – La verdad que es un buen pibe, pero nada de besos

-Bueno chicas, no sé ustedes pero a mí ya me pegó el sueño – dijo la escuálida desperezándose

-Sí, vamos a dormir mejor – dije mientras dejaba el termo y el mate a un costado – dejemos los amores para otro día

-Para mañana querrás decir – saltó Euge

-Sisi, por eso para otro día – dije una vez en la cama. Y ya estábamos las cuatro acostadas.

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