domingo, 19 de diciembre de 2010

Capítulo 01: Una nueva historia I

Me llamo Mariana, Lali para los más conocidos, y así empieza mí historia. Una historia que jamás podría haberme imaginado. Tenía todo lo que una adolescente puede desear; una familia maravillosa, unas amigas de fierro, buenas notas en la facultad, proyectos, en fin; se podría decir que era muy afortunada. Excepto por algo esencial, el amor. No me refiero a amor de familia o amigos, si no al amor hacia otra persona. Siempre pensé que sería fácil encontrar al amor, ese amor que te llena el alma, que te hace hacer locuras sin tener explicaciones, ese amor que es puro, especial; ese amor que pensé que iba llegar más pronto. Pero como dicen las abuelas, cuanto más deseas algo, más se aleja. Asique aprendí a convivir con esa falta, con la necesidad de tener alguien a quien amar.

Lunes siete de la mañana.

El maldito despertador sonó más temprano que de costumbre, se podría decir que no pegué un ojo. Sí hoy rendía un parcial súper importante, se supone que tendría que estar con todas las pilas pero no. Luego de unos minutos de fiaca no me quedó otra que levantarme. Fui al baño me higienicé, y bajé a desayunar algo liviano, ya que tenía un nudo en el estomago, producto de los nervios seguro.

No había nadie levantado todavía. Puse la pava para tomar un tecito calentito, ya que esa mañana estaba bastante fresquita. Aproveché para buscar mis apuntes y poder repasar; unos minutos y el agua estaba lista. Taza, saquito, cuchara, azúcar y listo. Sentada desplegaba cantidad de papeles y libros. Hacía seis meses que había empezado la facultad, Vestuario e Imagen, mi carrera elegida. Un rato de repaso y ya estaba lista para salir (léase: cambiada, los libros dentro del bolso, y con un manojo de nervios bastante importante). Deposité un beso sobre la mejilla de Emilia, mi mamá, quién todavía estaba con la almohada pegada; y emprendí camino hacia la facultad.

Aula doscientos diez, segundo piso; allí era a donde me dirigía en compañía de mí amiga de toda la vida, Candela, quién minutos antes nos habíamos encontrado en la entrada. Subíamos las escaleras.

-Gordi, yo no entro. Mejor espero al recuperatorio – me dijo la flaquita con cara de pocos amigos. Un piso más y llegaríamos.

- ¡Candela! – Dije sin avanzar de escalón, sonó como un reto. – Hace dos semanas que nos venimos preparando, para este examen – seguí subiendo – No vengas ahora con que estás nerviosa – ¿Hablaba la que estaba hecha una seda? Había que mostrar firmeza – Dale vamos va a estar todo bien, vas a ver – continué subiendo.

- Si tenés razón, me tengo que mentalizar, va a estar todo bien. Dale vamos – Faltaban unos escalones más y estábamos en el segundo piso. Buscábamos el aula unos pocos pasos y estábamos dentro.

Conseguimos unos lugares libres, nos ubicamos y unos minutos después la profesora ingresaba al aula. Saludó y unos instantes más tarde, sacó del portafolio los exámenes; y luego de decir las pautas correspondientes, previas a un examen; nos los entregó y el tiempo comenzaba a correr.

Una hora y media más tarde me encontraba parada frente a la profesora entregándole mí hoja. Candela ya había salido. Caminé por el pasillo y bajé al buffet, con la flaca siempre nos juntábamos ahí después de los exámenes. Tres pisos más abajo (léase: que se encontraba en el subsuelo) y una mano que se agitaba lado a lado, era Candela. Corrí la silla que estaba frente a ella y apoyé mi bolso sobre la mesita.

-¿Cómo te fue? – Ni tiempo a sentarme me dio -

– Bien, que se yo, tomó lo que habíamos estudiado, nada del otro mundo; pero nunca se sabe con esta mina. ¿A vos?- le dije mientras buscaba mí teléfono dentro de mí caótico bolso, el cual no paraba de sonar al ritmo de Just Dance de Lady Gaga –

-Bien, a pesar de que estaba nerviosa, creo que me fue bien- Y si como no le iba a ir bien, si es una de las personas con mayor conocimiento sobre moda y vestuario que conozco. Le dediqué una sonrisa. Y encontré el teléfono. Número: desconocido.

- Hola – atendí. Para esto, el chico del bar nos traía dos cafés, antes pedidos por Candela. – Hola – Volví a decir, ya que no obtuve respuesta. Corte – Se abran confundido – dije.

La flaca asintió, y continuó diciendo – Contame ¿cómo van las cosas para el cumple de Victorio?

Victorio es mi hermano, un año más grande que yo. Súper cuida, está en segundo año de Periodismo Deportivo, no tiene novia oficial, solo buenas amigas, o como reconoce él; amigas que están buenas. En fin, dentro de un par de días, cuatro para ser exacta, cumpliría veinte años. Le estábamos organizando una fiesta sorpresa, en casa de Agustín, el mejor amigo; que junto con Pablo, no solo comparten la misma carrera, si no que son los inseparables piratas de la noche, cariñosamente apodados así por mí. Más allá que estos tres personajes, sean más grandes que nosotras (léase: Candela y yo); conformábamos el mismo grupo de amigos, debido a haber ido al mismo colegio y vivir separados por unas pocas cuadras a la redonda.

-Todo bien, Agus se está ocupando de todo me dijo – Tomé un sorbo de mí café – Mañana van a comprar las bebidas y eso – Mi celular volvió a sonar, nuevamente con número desconocido. – Hola – contesté

- ¿Hola Lali? – Inmediatamente reconocí esa voz, y miles de recuerdos se hicieron presentes en mí cabeza –

A veces cuando más querés alcanzar tus sueños, más se van alejando de vos. Parece que el destino se encapricha, y no te deja seguir. Por más que luches, por más que lo desees con todo tu corazón, hay una barrera que te impide alcanzar eso que tanto añoras. Vaya a saber uno por qué, pero muchas veces ocurre, que es uno mismo, el que se boicotea y no se deja cumplir sus propios sueños. Uno es el que tiene que escribir su propia historia, uno es el que tiene que luchar para llegar a ese final feliz que todos desean, ese final que siempre pasa en las películas, el que siempre se muestra inalcanzable. Ese final el que tanto queres, siempre está más cerca de lo que uno cree.

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