lunes, 20 de diciembre de 2010

Capítulo 03: Fiesta

Lo nuevo nos asusta, le tenemos pánico a lo desconocido. Nos acostumbramos a algo, y queremos que sea todo el tiempo así. No nos abrimos a nuevas experiencias, no tenemos ganas de compartir cosas nuevas. Nos aterra el solo hecho de pensar, que todo eso que tenés, en un segundo ya puede no estar más. No nos animamos a cambiar de aire, a renovar nuestra mente, nuestros sentimientos.

Día viernes ocho de la mañana.

Me levanté como todos los viernes para ir a la facultad, por suerte era el último día de la semana, cumpleaños y festejo de los veinte años de mi hermano. Baje a desayunar unos buenos mates – dulces - como los que me hace mi mamá, y tipo nueve partí a cursar. Antes de entrar pasé por el kiosco a comprar unas gomitas, un rico antojo para esa hora de la mañana. Luego seguí mi camino. Tres horas después - con recreo de por medio - estaba saliendo en busca de Agustín para terminar de arreglar todo para la fiesta.

Con la excusa de que lo pasaban a buscar para llevarlo a un boliche súper top, Vico se quedó en casa, mientras lo de Agus empezaba a llenarse de gente. Candela y Rocío estaban en casa ayudándome a mantener a mi hermano lejos de la puerta de calle. Ya estábamos listas – claro no nos íbamos a perder de salir a tamaño de boliche -. Yo por ser la hermana tenía la difícil tarea de procurar que mi hermano se quedará en casa, en estas situaciones que tu mejor amigo viva cerca no es la menor opción, pero bueno. Con la ayuda de Candela lo convencí de que se quedara, claro que a ella le costó un partido de PlayStation – un sacrificio bastante grande por parte de la flaca – (entre ellos tenían una pica importante a lo que Vico no podía negarse) Partido, entretiempo, y ya estaba el varón llamando al de cachetes inflados; claro llevaba una hora de retraso.

Unos minutos después y el cachetón tocaba el portero. Saludamos a mamá – está claro que ella sabía todo -.Subimos a su auto, los varones delante, nosotras en el asiento trasero. Un par de cuadras y llegamos. Supuestamente Agus se había olvidado el celular en su casa. Bajamos y el dueño de casa prendió las luces de su propiedad. Automáticamente un ¡Sorpresa! retumbó en toda la casa. Acto seguido mi hermano nos miro – Agustín, Candela, Rocío y a mí – con cara de ¿Qué es esto? ; a lo que me vi en la obligación de empezar el típico canto cumpleañero.

- Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Victorio, que los cumplas feliz – Y en toda la casa se coreaba el feliz cumpleaños. Luego me colgué – por decirlo de alguna manera – de los brazos de mi hermano, y lo saludé. Dejé mi lugar y una fila de amigos, compañeros de la facultad, y gente conocida; hiso lo propio. Unos instantes más tarde y a casa – o quincho mejor dicho – se movía al ritmo de un buen reggaetón puesto por un amigo que en esta ocasión era el DJ de la noche.

Y cuando el chico de cachetes prominentes, me dijo que estaba todo arreglado, no me imagine qué eso incluía una barra con barman en un rincón de la casa. Este pibe sí que sabe organizar una fiesta, fue lo que Candela me digo al oído con su voz aguda producto que la música estaba a todo volumen. Y sí, la verdad que sabía.

Después de una tanda de baile…

-Vamos a pedir algo para tomar – y la flaca emprendió camino hacia donde estaban las bebidas y yo la seguí- ¿Me das un Gancia? – le dijo al chico

- ¿Y vos linda no tomás nada? – Dijo mientras le servía a mi amiga, lo antes mencionado en un vaso. Sí me estaba hablando a mí.

- Sisi lo mismo para mí – dije mientras veía que se acercaba Agustín – Gracias – dije cuando me termino de entregar el trago – La verdad que te pases cachetes – dije a mi amigo mientras bebía de mi vaso –

- Que poca fe que me tenés Lalita – me respondió – El es Peter - dijo mientras abrazaba por el costado a el barman – Ellas son Lali y Cande – dijo presentándonos –

-Hola- Y la flaca besó su mejilla - ¿Cómo va? – preguntó para romper el hielo. Y Agustín se había ido con una de sus amigas

-Hola – Y yo no me quedé atrás - ¿Todo bien? – y recibí un todo bien por parte de él.

- ¡Chicas!- Y Rochi a los gritos cruzaba entre medio de los que estaban bailando- Chicas, vengan; vengan – Nos tomó de las manos y tironeó para que la sigamos.

-¡¿Qué pasó?!- pregunté luego de haber tirado medio vaso de mí trago al piso. Y ya estábamos las tres paradas frente a ella. Candela lanzó su grito característico que, a pesar de que la música estaba fuerte, dejó sordo a más de uno.

Sí era Eugenia, mi amiga la que tanto extrañaba, la que siempre tenía la palabra justa en el momento justo. Estaba ahí después de varias horas de vuelo, sonriente como siempre. Pero estaba cambiada, físicamente me refiero, tenía el pelo más corto y más rubio; sin dudas había encontrado el corte perfecto para ella. Tardé unos segundos en reaccionar, ya que no la esperaba, e inmediatamente me abalancé sobre ella y nos abrazamos fuertemente; no pude evitar que mis ojos se cristalizaran. Porque si bien no habíamos perdido conexión mediante mails o vía teléfono, no era lo mismo. Estábamos las tres juntas –Candela, Eugenia y yo – de nuevo como hacía mucho tiempo no lo estábamos.

-¿No era que no podías viajar, que se te había retrasado el vuelo? – dije

- Sí, pero cuando las llamé yo ya estaba acá en Argentina. Quería darles una sorpresa – Dijo la rubia y con dedicó una sonrisa de oreja a oreja

-¡Hay Gorda! ¡Te extrañé! ¡Qué mona que estás! ¿Dónde compraste ese vestidito? – Y si la flaca no podía con su genio – Te queda genial –

-Gracias – dijo mientras nos sentábamos en los sillones – ¿Cuéntenme que tienen de nuevo?

-Como sabes estamos en la facu, rindiendo exámenes y eso… - dije mientras mi hermano se acercaba

-¡Hey! No sean aburridas, están sentadas acá como viejas en la vereda. Vayan a bailar después hablan- Por su tono de voz ya se notaba lo alegre que estaba- Dale vamos – Y tomó de las manos a la más flaca.

Y al ritmo de un buen reggetón nos encontrábamos las tres bailando y perreando. Un par de temas más y la rubia de pelo largo –Rochi- se sumó a la ronda. Me acerqué a la barra para pedir otro trago ya que el anterior se había perdido por las manos de algún amigo.

Ahí estaba él haciendo una especie de show con las botellas. El chico del lunar o Peter, como me lo había presentado Agustín, indudablemente tenía algo especial, sentía algo dentro de mí que me decía que tenía que conocerlo, sentía algo distinto; que hacía mucho tiempo no sentía.

¿Por qué? Porque nos aterra lo nuevo, lo desconocido. Tenemos miedo de que no resulte, y por eso no avanzamos. Nos quedamos quietos, inmóviles; esperando que pase. Y así, en esa atmosfera cotidiana, nos vamos dejando caer, nos vamos dejando. Hay que sentirse libre, que no te importe lo que digan lo demás, hay que abrirse a nuevas experiencias, a nuevos horizontes. Cumplir nuestros sueños, desplegar las alas y volar. Llega un punto en el que nos cansamos de nosotros mismos, nos enojamos con el mundo, con la gente que queremos. Estamos aturdidos, de que siempre sea lo mismo, pero no hacemos nada para cambiar eso; al contrario, nos vamos enrollando cada más y más .Que lo cotidiano deje de ser una rutina, deje de ser ese círculo que nos ata.

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