lunes, 7 de marzo de 2011

Capitulo 063: Primavera II

El sábado a la mañana nos levantamos, y desayunamos en compañía de Olga, la abuela de Euge. Unas tostadas con mermelada de ciruela –cacera- y café con leche, fueron a parar a nuestros estómagos. Ya para el mediodía, habíamos preparado unos sanwiches de jamón y queso, y las típicos snacks. A Cande se le había antojado alfajorcitos de maicena, asique en compañía de la pelicorta, fueron hasta el almacén más cercano –léase siete cuadras- en busca de las tapitas y el dulce de leche. En ese tiempo, me llegó un mensaje de mi hermano avisando que alrededor de la una de la tarde ya estarían ahí. Ellos se encargaban de la bebida, y la música, y nosotras de lo demás –nunca hay que dejar mucha responsabilidad domestica en manos de hombres, sé lo que les digo-. Asique con la aprobación de Olgui –así le decíamos, cariñosamente- , rejuntamos un par de frazadas y lonas, para estirarlas en aquel pasto.

Era un día espléndido, propio de primavera. Ni mucho calor, ni mucho frio. Ni un sol que te traspasa la piel, ni uno que no te abriga. En fin, primaveral. Como era sabido los chicos llegaron tarde. Recién para las dos de la tarde, estaban aterrizando –ni que fueran aviones-. Dejaron un par de gaseosas en la heladera, y para nuestra sorpresa habían comprado helado. Ya estábamos en aquel espacio, rodeados de naturaleza, de verde, de flores, de primavera.

-¿Vinieron en tortuga chicos?- ironicé, por su llegada tarde

-Lalita, ni que fueras un reloj cucú – siguió Agustín quien fue el encargado de conducir ese auto llenos de hombres, hasta ahí- Aparte, ni un mapita nos dieron- se quejó mientras abrazaba por el costado a su novia

-Bueh no te quejes, bastante que llegamos. Si no fuera porque se enfriaba las gaseosas todavía estarías chamuyándote a la de la heladería – dijo mi hermano, y una mirada fulminante por parte de la delgada, se proyectaba hacia el cachetón –

-¿Cómo es eso Agustín? ¿Estás con otra?- y la locura se apoderaba de la flaqui – Decimelo, dale decime. Mira, que yo no te vea Agustín – y su novio la cayó de un beso – Encima, ¿con una heladera, Agustín? – saliendo de eso beso, y todos nos descostillábamos de risa- Un poquito más de glamour querido, y no te rías – ni él, se pudo contener-

Sentados, en ronda sobre aquellas mantas que antes habíamos colocado cercanas a un árbol; comenzábamos nuestro pic nic. Eugenia, Victorio, Rocío, Pablo, Agustín, Candela, Benjamín, Peter, y yo; todos festejando. No sólo el día de la primavera, si no también el del estudiante. –Se preguntarán que hace mi cuñado por estos lugares. La verdad es que yo tampoco se mucho, pero la pelicorta dijo de invitarlo. No sé bien que onda entre ellos, pero ya lo voy a averiguar-

Y así comenzaba nuestra tarde. Entre amigos, charlas, risas, anécdotas, recuerdos. Tal vez les suene cursi, pero desde siempre que la primavera la festejamos así. Somos muy unidos, y la pasamos tan lindo juntos.

-¿Jugamos un verdad consecuencia?- preguntó la pelicorta

-Ay Eugenia, ya sabemos que te querés chapar a Benja, pero tampoco en un verdad consecuencia – y la cara de la rubia se volvió color tomate

-¿Qué decís Candela?- y le valió un golpe en el brazo por parte de su amiga –

-Bueno, bueno; tampoco para que te pongas así ¿viste?- se defendió la delgada - ¿querés jugar? Bueno, chicos –aplaudiendo- Juguemos – Empiezo yo- era mandada a hacer la escuálida – Para mi amiga Eushi – ironizó - ¿Es verdad que te gusta…?

-¡Candela!- y por segunda vez, recibió un golpe; mientras nosotros tentados al mango –

-Eh eh, iba a decir si te gusta teñirte – y varios largamos una carcajada - ¿Qué pensaste?

-Sabés que no soy teñida, flaca – y pude notar que a Euge no se la notaba del todo cómoda

-Bueno, bueno ya está.-tratando de calmar las aguas- Me parece que nadie tiene ganas de jugar ¿No es cierto? No –preguntaba y me respondía sola – Pongamos música, y comamos el helado mejor – si de los sándwiches poco quedaba

-Si mejor –dijo Rochi, y se levantó junto conmigo para empezar a caminar. Lo miré a Pablo y le hice señas para que se levante, medio lenteja el pobre.

-Anda vos- le dije al oído, y volví a mi lugar.

-Trajeron los cds ¿no?- pregunté, y ninguno de los hombres presentes respondió- A ver me parece que no ando bien de los oídos. ¿Trajeron los cds? – y se hacían los desentendidos- ¿Cómo que no trajeron?- me dirigía al que estaba sentado al lado mío, mi novio- Habíamos quedado en que traían la música

-Buena, gorda no te enojes – y un puchero que no pude resistir

-Encima que no traes las cosas –si ya lo hacía cargo a él - ¿me decís gorda? Está bien que está uno, dos kilitos más arriba, como mucho, pero de ahí a decirme vaca- exagerada

-Para, La. Sabes que te lo dije bien- y me robó un beso- Igual así es hermosa- dijo a mi oído

-Bueno chicos no se preocupen, seguro que mi abuela tiene algún equipo o algo – y se levantó para dirigirse adentro-

Unos minutos después y dos cabezas rubís junto con una morocha se cercaban. Las rubias con el helado, y la morocha con un equipito de música y unos casetes. Ya todos con sus potes de helado en mano –producto de dos viajes por parte de la pelicorta-, dispusimos a comerlo.

-¿Y la música?- hincha de mi parte, lo sé, pero necesitaba escuchar música

-Ah, para que acá no hay enchufe- dijo Euge, sin largar el helado de crema del cielo y chocolate; y se paró para ir al enchufe que daba a fuera de la casa. Mi hermano la yudó con el equipo y los casetes que había. Y poco después los pudimos ver muertos de risa.

-¿Qué pasó se comieron un payaso?- dijo Agustín a medida que nos acercábamos

-No, pero Palito sí- y fue cuando subió el volumen y pudimos escuchar

Tú tienes una carita deliciosa,
y tienes una figura celestial,
tú tienes una sonrisa contagiosa,
pero tu pelo es un destre universal
aah ah ah ah.

-Mira Candela, te está cantado a vos – ironizó su propio novio

-Ay cállate nene- y no duraron ni dos segundos separados

-Poné otra- dijo Rocío

Tengo el corazón contento
El corazón contento
Lleno de alegría
Tengo el corazón contento
desde aquel momento en que llegaste a mi

Y cuando quisimos acordar estábamos bailando y cantando esa música de los años sesenta, que nos divertía.

La primavera es un tiempo de cambios. Así como las flores cambian de un año a otro, nosotros también. Cambiamos por dentro, por fuera, cambian los sentimientos, las emociones. Llegan los amores, se renuevan las amistades, los valores. En la primavera, los vientos de esperanza, de luz, son más potentes que durante el resto de año. Crecen las ganas de salir, las ganas de respirar aire puro, las ganas de estar con la naturaleza. Empiezan las noches estrelladas, y canciones bajo la luna. Las relaciones se afianzan, se hacen más fuertes. Se renueva el amor, el cariño, las ganas de estar acompañado. Estamos contentos, le damos la bienvenida a la última parte del año; que para muchos es la más difícil. La primavera trae encuentros, desencuentros, amores, amistades, alegrías, tristezas; es como una licuadora que no sabes en que va a desembocar. Dicen que la primavera es la época de los enamorados, donde todos salen a desfilar en parejitas de la mano por la calle. Y notas las caras que tienen emociones contenidas, encontradas, con incertidumbre. Esa incertidumbre que te genera la primavera, que tal vez la empezaste solo, y terminas acompañado para el resto de tu vida. Y le decís ‘Hola primavera, hacía rato que te estaba esperando. Llegaste un poco tarde, pero al fin llegaste.’ Esa bienvenida, que le damos, y que junto con ella trae amor.

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